30 años del Centro de Salud de Santa Brígida

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30 años del Centro de Salud de Santa Brígida

✍️ Pedro Socorro Santana, Cronista Oficial de la Villa de Santa Brígida

Sólo cuando el pueblo se percató de que las obras avanzaban y las hileras de bloques subían por encima de los cogollos de las palmeras de Satautejo, que en aquel tiempo eran más verdes y jóvenes, supo que el prometido Centro de Salud de Santa Brígida iba a convertirse, al fin, en una realidad en sus vidas. Este miércoles 4 de octubre de 2023, este centro sanitario cumple 30 años de servicio público en las medianías de Gran Canaria y el pueblo está de aniversario.

Fue el lunes 4 de octubre de 1993 cuando abría oficialmente el primer centro sanitario de carácter público y la Villa de Santa Brígida pasó a contar con un servicio sanitario las 24 horas del día. Sin duda, fue un día de mucha emoción, gracias a un hecho singular en nuestra historia: contar con un centro de salud que acababa con las consultas en lo alto de la farmacia de don Elías Artiles Arencibia. Parecía que el pueblo comenzaba a curarse de la desidia y de las históricas carencias sanitarias, su peor radiografía. Desde entonces, sus instalaciones y servicios han ido evolucionando a la par de la demanda sanitaria de la población, gracias a las nuevas estrategias integrales de atención comunitaria, la incorporación de tecnología y, también, el incremento de la plantilla con nuevo personal (fisioterapeuta, psicóloga) en aras de una mejor atención y calidad para los pacientes.

Fue, sin duda, un paso vital para la atención sanitaria del pueblo. Aunque para llegar hasta allí, fue preciso que el consistorio contara con un terreno en un momento en que la villa crecía muy aprisa en urbanizaciones y población, camino de convertirse en el municipio con más renta media por habitante del archipiélago canario, pero, paradójicamente, carecía de las infraestructuras más básicas. De modo que se adquirió el compromiso de comprar un terreno en propiedad en la zona de El Palmeral, pues ya se contaba con una subvención del Gobierno de Canarias que se había logrado la corporación presidida por Carmelo Vega Santana. Las nuevas elecciones municipales de 1991 dieron lugar a un cambio de gobierno y cuatro alcaldes. Y fue el primer edil, Manuel Lezcano González, médico de familia tenía que ser, el que firmó ese año la escritura de adquisición de un solar, de 13.000 metros cuadrados, a la Caja Insular de Ahorros, institución que él presidiría, en 55 millones de las antiguas pesetas (330.336,8 €), cediéndolo posteriormente al director general de Atención Primaria del Instituto Nacional de Salud (INSALUD), presidido por Bernardo Macías Gutiérrez.

Las obras comenzaron a buen ritmo el jueves 26 de diciembre de 1991, a pesar de que el invierno convertía el solar en un barrizal, pero apenas un mes más tarde llegó una orden de paralización de la Consejería de Política Territorial por carecer de licencia de construcción. Vean que esto de los problemas municipales con las edificaciones viene de viejo. Tras este contratiempo, las obras continuaron y en marzo de 1993, ya estaban en fase de culminación. Se pintaba el nuevo edificio, y se preveía el embellecimiento exterior y su ajardinamiento. Para entonces, ya había alcanzado el poder el tercer alcalde en aquel mandato algo controvertido, Antonio Ojeda Navarro Ojeda, a la sazón maestro de escuela de Pino Santo Bajo. Ese mismo verano mantuvo una reunión con el director provincial del INSALUD, Octavio González Marrero, el director de Asistencia Primaria, Bernardo Macías, y el director médico, José Luis Arocha, uno de los funcionarios que más se implicaron en el proyecto, al objeto de poner en marcha, “con toda urgencia”, el centro sanitario.

La nueva edificación, de dos plantas y tejas para enmarcarlo en el entorno, supuso una inversión de 120 millones de las antiguas pesetas (721.216 €) y contaba con seis consultas de medicina general, dos de pediatría, una consulta polivalente, otra de extracción de muestras, una sala de observaciones y consulta de urgencias con carácter comarcal. Además, se edificaron los consultorios locales de La Atalaya, La Angostura y El Monte. Por fin, el primer Centro de Salud en la historia de Santa Brígida abrió sus puertas el lunes 4 de octubre de 1993, poco después de que tuviera lugar el traslado del equipo humano y material, y se hizo de forma simultánea con los consultorios médicos de los barrios de El Monte y La Angostura, mientras que el de La Atalaya ya estaba en funcionamiento.

No obstante, un mes después, el martes 2 de noviembre de 1993, se haría el acto oficial de inauguración. Aquel preciso instante en que el alcalde Antonio Ojeda Navarro, acompañado de Anastasio Travieso, delegado del Gobierno; el consejero de Sanidad, Julio Bonis Áalvarez; el nuevo director del INSALUD, Alberto Barrio, cortaron la cinta, subidos ya a los aplausos que les esperaban, volvieron a abrirse las puertas a una atención primaria más rápida, cómoda y accesible a la población local que ya sumaba casi 18.000 habitantes. El acto fue presentado por el vecino más televisivo del momento, José Martín Ramos, director de informativos de TVE en Canarias e Hijo Ilustre de esta Villa. Ya entonces hubo promesas de servicios como la implantación de un servicio de Rayos X para la comarca que aún no ha encontrado respuesta. Pero fue el punto de partida para otras infraestructuras en el solar adquirido, como una escuela infantil, por debajo del centro sanitario, tras remodelarse una vieja casona canaria que se alzaba en el mejor espacio posible.

En un primer momento, trabajaron seis médicos de atención primaria, dos pediatras, seis enfermeras, una auxiliar, un celador y tres administrativos, a los que se unieron más tarde una odontóloga, una matrona y una asistente social. Hoy suman una familia de al menos 50 profesionales, entre personal sanitario y administrativo, que siempre está a la cabecera las dolencias de un pueblo que conoció a su primer médico titular hace 135 años, cuando el ayuntamiento contrató a don Isidro Ezquerra Corrigüela, un joven de 25 años, natural de Zaragoza, para que atendiera a la población a soportar y mejorar el paso de las enfermedades y aún vencer a la muerte. Aquel galeno, de grandes inquietudes sociales, soñaba con ejercer su profesión en América, pero en 1888 el barco hizo una escala de varios días en Gran Canaria, dio un paseo por el centro de la Isla y llegó a Santa Brígida. Aquí se hospedó en la ‘fonda Europa’, en la calle real, supo que el consistorio buscaba un doctor, conoció a algunos de los personajes más relevantes del pueblo y sobre todo se enamoró de Antonia, la hija de Hilarita, dueña de la fonda. A este primer médico, cuya vida fue novelada por su biznieto, el escritor Luis Junco Ezquerra en Una carta de Santa Teresa, le siguieron una lista de célebres profesionales, que desarrollaron sin apenas medios una labor social encomiable hasta la inauguración del centro de salud satauteño, una pieza más de aquel engranaje del sistema sanitario canario que recibía un traspaso de las competencias sanitarias.   

Pero aquello ocurrió en otro siglo, en otro tiempo. Desde su nacimiento, el Centro de Salud de Santa Brígida ha presenciado el profundo avance de la sociedad satauteña, al tiempo que sigue dando importantes pasos para situarse como institución de referencia de la Gerencia de Atención Primaria gracias a la preparación y dedicación de sus profesionales que hacen nuestra vida más saludable, más fraterna, como si todos formaran una familia grande. Ese centro ha sido nuestro mejor antídoto, aunque a veces sólo en situaciones de emergencias nos damos cuenta del valor que tiene los que trabajan dentro. Durante la última epidemia, cuando el mundo parecía desmoronarse, nuestros sanitarios, junto con otros servidores públicos, siguieron ahí luchando en aquellas jornadas tan duras y terribles, donde se jugaban la vida, contra aquel enemigo invisible y a pesar de que se jugaban la vida y sentían que llevaban cargas muy superiores a sus fuerzas. Y el pueblo lo reconoció su valor y su entrega en un sentido homenaje, con placa incluida, que rememoraba las tardes de aplausos en los balcones a esos trabajadores a los que llamamos esenciales.    

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